Una simple palabra para decir, esa que da paso a un corazón que se ilumina
como el río de dorado al amanecer, y es que lo mágico de ser dicha o escrita,
es que al fin y al cabo viene de ti, de tu voz; de tus dedos, y así libera un
suspiro y la sonrisa instantánea, la alegría de estos labios que te buscan como
el sediento, como el hambriento, como el moribundo.
Es
esa que no es palabra sino sentimiento, que significa corazón, alma, cuerpo,
dolor, miradas, color, y hasta melodías compuestas de disonancias y uno que
otro contratiempo.
Así como un epitafio en ese profundo deseo del descanso
eterno de tus cabellos entre mis dedos, con la tímida pero valiente mirada que
busca la respuesta entre el espiral incesante de tus pupilas, como cuentagotas
bordeando tus labios como quien toca una puerta, pero así, entre lo efímero de
las sensaciones sucumbe ante la razón lo que pudo haber sido, pero por
cuestiones de espacio fue mudado para una siguiente oportunidad; quizá en otra
vida o tal vez en otro mundo.